Nos instan a la absurda y cotidiana
tarea de reprimir nuestros sentidos
para no estar oliendo los gemidos
que está exudando, amor, nuestra sotana.
Nos enseñan a ver, cuerpo, mundana
la silueta que excita y los latidos
que van acompañándome, impelidos
por un calor cercano. De mañana
la erección me recuerda una cintura,
la espalda arqueada en un violín que asoma
sus curvas y colinas y figura,
los brazos de paloma descansada,
tu culo amada, de turgente loma,
recuerdo la moral ya destronada.
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