lunes, 5 de enero de 2009

8

Hoy soñé con tus nalgas y tus labios,

me he  soñado atrapado en tu entrepierna

ahogado de placer en la caverna

que no narró Platón a falsos sabios.

 

Estaba tan delgada tu cintura,

mis manos la abarcaban y, debajo,

unos pétalos húmedos en gajo

habrían su follaje en la frescura

 

de un jarro limpio que vertía de helechos

la tierra firme y su ondulante brisa.

Gemías a mi lengua, a sus  asechos

 

y tus labios formaban la cornisa

en que un beso se adorna de provechos

y se deja caer y cristaliza. 

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