Hoy soñé con tus nalgas y tus labios,
me he soñado atrapado en tu entrepierna
ahogado de placer en la caverna
que no narró Platón a falsos sabios.
Estaba tan delgada tu cintura,
mis manos la abarcaban y, debajo,
unos pétalos húmedos en gajo
habrían su follaje en la frescura
de un jarro limpio que vertía de helechos
la tierra firme y su ondulante brisa.
Gemías a mi lengua, a sus asechos
y tus labios formaban la cornisa
en que un beso se adorna de provechos
y se deja caer y cristaliza.
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